En efecto, practicando artes marciales, muchas de las que conformamos el Comando Colibrí hemos aprendido el valor de nuestra vida y bienestar y que los mismos se construyen en equipo, con esfuerzo, sacrificio y disciplina. Además, también hemos experimentado el poder “sanador” del deporte, ya que varias de nuestras estudiantes e instructoras hemos sido víctimas de diversas violencias y a través de la práctica, la confianza y la compañía hemos podido replantear sus vidas en términos de fortaleza y autonomía.